viernes, 17 de mayo de 2013

I Concurso de Relatos de LibrosVeo.com

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[Relato LibrosVeo] Remembranzas repentinas

Estoy leyendo en el bus que me lleva camino a la universidad; el libro no importa, el bus tampoco, pero siento ganas de usar lápiz y papel y comenzar a escribir. Quiero escribir y contar acerca de mi padre, tal vez no sea un tema apasionante, pero para mí lo es puesto que él es mi progenitor.
No tengo muchas quejas acerca de él, pero esto no quiere decir que mi corazón no haya sufrido en algún momento un daño causado por el protagonista de mi historia. A pesar de ser más condescendiente que mi madre, este hombre sabe herir y destrozar con solo un par de palabras. Recuerdo una vez en mi niñez que estábamos en el amplio salón de estar de la que durante toda mi vida ha sido la casa de la familia; yo estaba discutiendo fuerte y bruscamente con mi hermano mayor por un motivo que ahora mismo se escapa de mis recuerdos. Mi padre estaba sentado en un sillón amplio y verde que siempre hemos situado al lado de la puerta principal que conecta al patio exterior. Había sido tanto el alboroto que iniciamos en la trifulca que mi padre se había enloquecido de ira y nos había gritado a los dos.
No recuerdo las palabras exactas que usó en aquel momento, pero si rememoro el momento en que sin ningún reparo y a voz en grito me dijo:” ¡usted es un idiota!” Yo lógicamente no comprendía estas palabras, en aquel momento yo era un chicuelo que recién había entrado al instituto de secundaria y solo había escuchado este tipo de frases en las novelas mexicanas que veía al llegar a casa después de la jornada escolar. Me sentí burlado, humillado y destrozado en ese momento; no tenía palabras en mi boca para exigirle su respeto o para rogarle que me dijera que no lo decía con intención; era un chico que apenas si conocía la rebeldía pero que en ese momento le conoció a fondo y con recomendaciones.
Tal cantidad de sentimientos me inundó que, en ese momento abrí el portón de metal y vidrio que estaba al lado del sillón de papá y sin mirar atrás di unos cuantos pasos de gloria hacia un mundo incierto. Salí de la casa y después de andar unos diez metros me escondí en uno de esos contadores de gas que tenían forma de casa para palomas, era tan pequeño que cabía a totalidad detrás de uno de ellos. Para mí era como si me hubiese ido a otro país.
Pero mi hermano rompió mi ilusión después de cinco minutos cuando decidió ir en mi búsqueda y me llevo de vuelta a casa; en mi mente no pasaban imágenes tranquilas, veía  todas las imágenes de abuso infantil que presentaban en las noticias, incluso llegué a pensar en demandarle por decirme idiota, pero cuando llegué a casa mi reacción fue una confusión terrible al ver lo que había sucedido.
Todo pensé menos ver lo que vi en ese momento; toda mi familia había puesto en paredón a mi papá, ése hombre que antes me parecía la muestra clara de grandeza y orgullo familiar ahora parecía un cucarrón que no sabía dónde más escarbar para ocultarse. Fue divertido ver cómo se había ofendido por los reclamos que le hacían todos allí reunidos.
Al final de esa discusión no tuvo más opción que pedir disculpas por su actitud y dirigirse a un lugar solitario caminando cabizbajo y con cara de niño que recién ha roto un florero.
Ahora que lo recuerdo me parece un momento jocoso de mi niñez. Es para mí uno de esos momentos que uno desearía no haber vivido pero por cuestiones del destino termina sucediendo.
Ése es mi papá, un hombre desinteresado que sabe pedir perdón cuando ha sabido ensuciarse con la ofrenda callejera de un perro diarreico; me llena de orgullo saber que tengo un padre que pondría su familia por encima de su nombre y que dejo incluso su orgullo para someterse a una pequeña humillación, acto que para él fue terrible y que cambió su manera de ser con toda la familia, pero que a mí me enseñó cómo debo ser el resto de mi vida.